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UN cuchillo, la piragua
que impulsa, firme, tu brazo
y corta de un navajazo
los verdes haces del agua
traslúcida bajo el puente
que de su bóveda envía,
sonora, una sombra fría
contra tu espalda caliente.
Y luego, otra vez el cielo,
quieto río paralelo
al río en cuyas riberas
te saludan, cuando pasas,
con un temblor de banderas,
las ventanas de las casas.
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