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LA luna, como rejón
en morrillo de bisonte,
clava en el testuz del monte
su afilado cuarterón.
Al quite, la noche, en lo alto
se abre de capote, y vela,
y enciende su lentejuela
un lucero en el cobalto.
El viento azota y desgreña
árbol y hierba en la peña,
sacude las campanillas
del cielo… En la lontananza
reluce el Carro, que avanza
al trote de las mulillas.
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