sábado, 20 de abril de 2013

Mi vida desde esta otra orilla III (1920)

Con algunos compañeros de Derecho de esa época.
Soy el segundo por la derecha de la segunda fila

     En 1920 terminé el Bachillerato (con premio en Religión, matrícula de honor en Historia de la Literatura, sobresaliente en Lengua Castellana, Geografía e Historia de España - pero con aprobados en Geometría, Álgebra, Física, Química,...-). Me matriculé en la Facultad de Derecho de Madrid en abril por presión paterna, para compensar una frustración de mi padre que no haré sino incrementar porque nunca la acabaré, como él.  Por entonces, los hermanos Rello me presentaron a Pedro Caravia Hevia: este gijonés fue desde aquel encuentro mi amigo del alma, mi alma gemela (había nacido, como yo, en 1902, pero pudo alargar su existencia hasta 1984: murió en Goviendes, donde tantas veces estuvimos juntos)

         En las tertulias de Platerías empezaba a aproximarme a la teosofía de la mano de unos amigos hispanoamericanos: de esa manera llené el hueco de mi crisis religiosa. El cuento “Una visita y una súplica” , que publiqué en 1922 (un 29 de octubre) en la revista Buen Humor, será una de las excrecencias de ese ramalazo esotérico, aunque con la sordina de mi ironía juvenil.

         Publiqué en Caro Raggio, bajo el seudónimo de Anselmo Reguera, la novela erótico-sentimental Melita busca sensaciones. Por ella conseguí 150 pesetas y un remordimiento por su pésima calidad que me obligó a romper todos los ejemplares que se pusieron a mi alcance. No sé si quedará alguno (sería grotescamente irónico que alguien pudiera conocerme por aquello que he repudiado y no por lo que quise dar a conocer y sigue pululando en aborto o en letra muerta)

         La editorial Calleja me abrió sus puertas y pude publicar diversos cuentos en su colección Liliput a partir de este 1920: Paco y Pepe, La aventura de Sambo, Juanín, Patosín, Panchito, Totó, ...

         El 10 de septiembre, los tertulianos de Platerías celebraron una “Cachupinada hispano-americana”, en honor a su “primer cronista”, que era yo. La francachela era una excusa para despedirse de mí, que marchaba  a Vigo a ver a la novia. Fue un espectáculo, en una línea ramoniana, con música, aperitivo, comida... Todo ello, tal como hoy podemos leer en la convocatoria del festejo, con grandes dosis de provocación vanguardista.

         Ruiz-Castillo, el editor de la colección Biblioteca Nueva,  me encargó la traducción de unas novelas cortas de Tolstoi (que previamente Tarsin había traducido del ruso al francés): doscientas pesetas gané con este trabajo. Antes, este mismo editor me había dado para corregir las pruebas de un libro de Zagorsky sobre economía bolchevique.

         El 2 de noviembre los “‘plateros” celebran otra fiesta, esta vez en honor a los muertos, que finaliza con la visita al cementerio. Enviaron invitaciones en forma de esquelas de defunción:

 El BANCO ROJO invita a Ud. a la fiesta macabra del día de difuntos, que, como es natural, se celebrará el día 2 de Noviembre a las cinco de la tarde”.


Tertulia del café Pombo, de la que era máximo pontífice Ramón Gómez de la Sena,
en el centro de la imagen



La tertulia del café Pombo inmortalizada por José Gutiérrez Solana en 1920


         El 17 de noviembre Ramón Gómez de la Serna, en un acto poco frecuente, me invitó a su “torreón” de la calle María de Molina. Allí, en esa confidencia singular de su audiencia, le pedí consejo: no sabía si publicar en La Tribuna algunos cuentos (con los que pensaba editar un libro titulado Más allá del absurdo) El excéntrico (pero centrado conocedor del negocio editorial madrileño) me lo quitó de la cabeza. De esa visita saco en claro que debo seguir traduciendo para Ruiz-Castillo: es el que más paga y todos los editores exigen el anonimato de los jóvenes traductores. No le hace a él una ofensa particular. Yo estaba molesto porque Ruiz-Castillo le había pagado el doble (400 pesetas) a Tarsin que a mí. Pero era la fuente de ingreso más segura y no cabía la protesta. La revisión de la traducción del Journal des Goncourt también de esos momentos.

         El 22 de noviembre se lee en la tertulia un capítulo firmado por mí de una novela escrita en colaboración con otros “plateros”.
El 23 de noviembre me estreno como colaborador de diarios en El Faro de Vigo.

         En noviembre inicio un Diario (1920-1924): La lectura de Fragmentos de un diario íntimo del suizo Henri Fréderic Amiel abrió la vena wertheriana de mis dieciocho años. No sé qué hice de esas anotaciones.


El orador o la mano, "performance" de Ramón Gómez de la Serna. Podéis verla pidiéndoselo con el cursor a la imagen (que os llevará a los archivos de la filmoteca en línea de RTVE)