sábado, 20 de octubre de 2012

Músicas en la noche




Intentaré ir enhebrando el fluir de mi vida en algunos poemas que recuerdo, sin hacerme demasiado caso: algunos de ellos, como este, me sonrojan ahora por mi falta de pudor de entonces. Publicar textos como el que sigue y dejar en el olvido otros de mayor mérito, mudos todavía, me llena de una rabia que ya no debería sentir.
Este poema apareció en la revista Grecia de Sevilla (publicación ultraísta que vivió entre 1918 y 1920), en su número del 1 de abril de 1919.

             Para Guillermo y Francisco Rello, mis buenos amigos

En el silencio obscuro de la noche,
ha pasado la estudiantina por la calle
en una lírica estela de armonías…

(¿Qué viejo dolor has despertado en mi alma
-¡oh romántica música!-
Y con qué nueva lanzada
laceraste mi corazón?)
Oyendo  los sones fugitivos,
he sentido ascender en mí
-tal una irisada y cristalina burbuja
en la paz de un remanso-,
de lo más recóndito de mi pecho
hasta los labios,
la caricia leve y susurrante
de un nombre de mujer, inefable.
Y el nombre, al salir de mi boca,
Se ha deshecho en un largo suspiro…

Allá en el cielo,
una estrella ha parpadeado;
el saetazo diamantino de una fuente
dijérase que, en su borboteo,
tiene un reprimido trémolo de angustia.
Una flor blanca se ha deshojado…

(¿Qué viejo dolor has despertado en mi alma
-¡oh romántica música!-
y con qué nueva lanzada
laceraste mi corazón?)

                                En Madrid y Marzo de 1919.


Ingenuo, añadí de puño y letra para los hermanos Rello:
“De mi próximo libro Motivos del Ultra, que aparecerá de Abril a Mayo del presente año, y para el que espero un soneto o unas aleluyas vuestras”

sábado, 13 de octubre de 2012

Mi vida desde esta otra orilla II (1916-1919)



En 1916, creo recordar, tuve la primera experiencia amorosa con una mujer: ella tenía unos veintiocho años y yo apenas catorce. De aquello solo me queda la confusión de un “no sé qué que quedé balbuciendo”. No sé si esta experiencia me la proporcionó mi madre, involuntariamente, al llevarme, como solía hacer en verano, a un balneario en el que pasaba un par de meses para fortalecer mi maltrecha salud (y así contribuir a su tranquilidad, siempre inquisidoramente maternal)
         Por entonces leí por primera vez a Unamuno: Nada menos que todo un hombre y El espejo de la muerte. Su admiración adolescente vivirá ya conmigo y crecerá junto al escritor y el hombre que he sido.
En 1918 llegué a ser “redactor jefe” del modesto semanario El Inédito, dirigido por Sainz de Robles: en él aparecieron mis primeros textos publicados, aunque con el seudónimo de Anselmo Reguera.
El lunes 9 de junio de 1919, con diecisiete años, fundé, junto a José María Palomino, Hipólito Hidalgo de Caviedes y otros, una tertulia literaria en el Café Nuevo de Platerías, de la que llegó a hacer propaganda verbal y escrita el mismo Ramón Gómez de la Serna. A ella asistían  personas de la categoría de los citados o de José López Rubio, Sainz de Robles, Pedro Caravia (¡ese  amigo del alma!), Humberto Esquivel o César González Ruano. A finales de diciembre (y hasta julio de 1920, por una disputa con un camarero) tuvimos que abandonar ese local de reunión y pasar a una chocolatería de la calle de Alcalá, cerca de El Retiro: la bautizamos como “El Sotanillo". En julio volvimos a cambiar de sede: nos trasladamos al Café de Castilla hasta noviembre, desde donde volvimos a Platerías en el encuentro número 77 (22 de noviembre de 1920). Esta tertulia tuvo una publicación (“periodiquín” lo llamaba yo), Hispania, en el que llegó a participar Ramón Gómez de la Serna.
         El 30 de junio de 1919 Vando Villar publicó en la revista en Grecia el Segundo Manifiesto Ultraísta. Por entonces (creo que el 1 de abril) edité un poema en esta publicación de vanguardia: “Músicas en la noche”. El texto, fechado en marzo de este año, formaba parte del libro Motivos del ultra, que pensaba publicar en abril o mayo de ese año y que nunca llegó a ser más que un proyecto, como la mayoría de los abortos editoriales que componen mi obra.

viernes, 12 de octubre de 2012

Mi vida desde esta otra orilla I (1902-1915)

Empiezo aquí la rememoración de mi vida a redrotiempo, con la perspectiva privilegiada que me otorga el verme desde fuera de mí, instalado ya en la atalaya de la otra ribera. Repasaré mi vivir y morir al día y esas realidades reflejadas en mis poemas que, al menos, pueden recordarnos unas circunstancias dignas de ser recordadas y que los olvidos han eclipsado. Fui testimonio de la luz y la sombra de una generación que mereció mejor suerte: la suya hubiese sido la de España y hoy estaríamos en otra situación cultural y, por tanto política y económica (pensar al revés es el error que promueve un círculo vicioso del que no salimos). La Edad de Plata prometía una nueva Edad de Oro que pasó a ser de cenizas: yo viví en los fuegos de las almenaras del progreso (aunque sin beneficio personal) y también entre sus despojos humeantes en el exilio.
El catalejo invertido me trae aquí, desde allí.



Nací en Madrid, en la calle Blasco de Garay, un 21 de abril de 1902. Mi padre, José María Quiroga López, era habilitado del Servicio de Incendios de Madrid, trabajo que alternaba con el de contable en un par de empresas comerciales. Él había nacido en Santa María del Villar (Lugo) y no pudo acabar la carrera de Derecho por dificultades económicas: esa espinita intentó compensarla conmigo, como se verá. Mi madre, María Plá Reguera, también era natural de Lugo, aunque de ascendencia levantina. Mi abuela paterna, María Josefa López, vivía en Madrid. Mi abuelo paterno fue notario en Vigo.
A los seis años se me despertó “la manía de leer”, potenciada, seguramente, por el aislamiento al que mi madre me sometía. Doña María Plá era una señora siempre de luto y con moño (así la recuerdo, eternamente ya), muy preocupada por mi poca salud y con el recuerdo vivo aún de la muerte de su primera hija a los dos años: esto me privó de juegos en la calle y del contacto con otros niños. Cuando mi hijo Miguel la visitaba, mi madre también le prohibía salir a jugar y le llamaba Jacobito por recordarle a un hermano suyo muerto. En general, el ambiente familiar era bastante estricto y gris.
        Estuve enfermo, es cierto, en varias ocasiones: en una de ellas llegué a perder la vista durante un año. No me extraña ahora la actitud de mi madre: era un niño melancólico, retraído, tristón y enfermizo.
        El sueldo de mi padre (unas mil pesetas mensuales) me permitía pasar largas temporadas de vacaciones en pueblos de Castilla y Galicia.
         En 1908 nació mi hermana María Teresa: quizá la recuerde más por los fugaces encuentros ya en el exilio que por su nacimiento a mis seis años.
A los once años empecé a ir de forma regular a la escuela para poder preparar mi ingreso en el bachillerato. En septiembre de 1913 ingresé en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid: soy alumno oficial para el curso 1913-1914. Allí entablé amistad con Federico Carlos Sainz de Robles, que será mi primer crítico literario cuando empiece a escribir con trece años.
         Empieza a obsesionarme la idea de la muerte.
         Empiezo a fumar.
En 1915 mi madre, muy preocupada por mi actitud, decide enviarme a Galicia una temporada: al volver a Madrid llevo el inicio de una novela en gallego que no pasará de eso.

viernes, 15 de junio de 2012

EN TORNO A UN NUEVO LIBRO DE VALLE INCLÁN



Un artículo publicado en El Norte de Castilla  en agosto de 1929

Ser eterno tiene sus ventajas. Vivir fuera del tiempo me libera de los límites de la imperfección y me permite mostrarme, sin rubor de falso pedante, en mi totalidad. El texto que hoy rescato del olvido lo publiqué en El Norte de Castilla un 24 de febrero de 1927 y da buena cuenta de cómo supe valorar entonces, sin la seguridad que da la superposición de discursos, desde la agudeza crítica pionera, esa novela que abrirá la espita de la fértil saga de las narraciones de dictadores. Y todo ello desde la conmoción que era todavía la estética del esperpento.
Aquí va…

EN TORNO A UN NUEVO LIBRO DE VALLE INCLÁN
Sacada recientemente a luz en volumen[1], Tirano Banderas por igual ensalzada de la crítica y solicitada de los lectores, alcanza en estos días su segunda edición. Es su autor de los raros escritores que entre nosotros a un tiempo mismo encienden la curiosidad del que suele llamarse gran público- hablando en plata: el que no es del oficio – y ofrecen goce y enseñanza seguros a quienes leen con más atentos ojos. Y es tanto más de notar esto, cuanto que Valle Inclán, hurtándose con ágil quiebro, en cada obra nueva, a la centinela clasificadora, no allana el camino al lector, brindándole, como otros autores, el cómplice carril de una manera, de suerte que no haya sino tomar el libro en las manos para, sin esfuerzo alguno, hallarse encajados en el ya conocido mecanismo de la obra. Esta, así, hácese costumbre, y el lector habitual (Baroja o Azorín y sus respectivos lectores pueden servir de ejemplo en esta relación de autor a público).

            Si al lector queda algún margen, es el de apreciar, en la sucesión de obras, la evolución del autor. Y ya se sabe lo que esto quiere decir: la curva de cualidades y defectos paulatinamente definidos, hasta dar en el punto de empedernecimiento o madurez, llegada la cual autor y lector se contentan con repetirse. Parece como que semejante modo de lectura careciese totalmente de interés para quien no fuese profesor de literatura. Sin embargo, los lectores habituales de Azorín, v. gr; siguen buscando en sus libro últimos las mismas estampas de “los pueblos” de “las confesiones de un pequeño filósofo”, la misma emoción (?) del paisaje, las mismas repeticiones, el sempiterno retablillo de pulcras ñoñeces.

            Imposible tal devoción rutinaria frente a la obra de Valle-Inclán. No hay en ella evolución, en el sentido que esta palabra tiene aplicada a otro escritor cualquiera. La trayectoria del genio valleinclanesco está hecha justamente de sorpresa: de las “sonatas” a “la guerra carlista”, a las “comedias bárbaras”; de las farsas, a “la reina castiza”; de “Divinas palabras” a los “esperpentos” y a este Tirano Banderas. Diversidad viva, expresiva y fluyente, tras la cual existe, sin duda, unidad estética esencial; pero traduciéndose en la diversidad de cada instante con diversa fisonomía y sustancia diversa: creando, en cada paso, alerta siempre, su expresión y lo expresado – Argos y Proteo, que diría el ilustre gachupín don Celes Galindo.

            En efecto, a tiempo que la asenderada “generación del 98” ha exprimido ya sobradamente lo poquísimo que tenía que decir, Valle-Inclán, guiado tan sólo de su intuición poderosa, sin tomar a préstamo ajenas recetas, se remoderniza; esto es, sabe ser actual, con la actualidad por cada momento requerida – de un libro en otro. Recuerdo, a este propósito, que un joven literato, comentando conmigo recientes páginas y dichos de Valle-Inclán, me decía: - Pero, ¿de dónde saca este hombre esas cosas, esas opiniones? Porque él no lee....

            Es muy posible, en efecto, que Valle-Inclán no lea – es decir, que no haya leido a Proust, ni a Joyce, ni las “ideas sobre la novela” de Ortega y Gasset; que a eso, sin duda, llamaba no leer mi interlocutor. Ni, en rigor precisa de ello. Preguntaban en cierta ocasión a Galdós por qué no escribía de estética y de novelística. Y él, por toda respuesta, contestaba “No, no. Hay que dejar a los artistas....” Dudo que haya actualmente en las letras españolas escritor en cuya obra corresponda a la intuición mayor papel del que en la obra de Valle-Inclán desempeña. A la vez, ningún otro ofrece en sus novelas y escritos todos, más depurada y exacta arquitectura, más fino y completo sentido intelectual de la obra de arte y del juego de sus elementos. Basta, para convencerse de ello, con leer los diálogos en que cifra el autor su estética del “esperpento”, en Luces de Bohemia, y tales otros de Los cuernos de Don Friolera. Pero el testimonio definitivo lo depara las páginas de Tirano Banderas.

            Manifiéstase ya en los “esperpentos” una segura tendencia a la simultaneidad de impresión y expresión. Lo descriptivo de ésta truécase en valor dinámico. La frase, en vez de narrar puramente hechos físicos o espirituales, los crea, proyectándolos, vivos y en movimiento, como en una pantalla cinematográfica, sobre la atención de quien lee: expresión directa, frenética, taumatúrgicamente sugestiva -, tan diferente a la expresión literaria ornamental, explicativa, de las primeras obras valleinclanescas. Expresión que haya su más adecuado empleo en esta novela tropical de Tirano Banderas. Estamos lejos de la niña Chole y del Bradomín romántico; lejos de la narración, del personaje cuyas empresas se suceden ante nuestros ojos, dibujándose gradualmente sobre un fondo que completa la novela – o que “está ahí”, simplemente, como en los lienzos de los pintores. En Tirano Banderas no puede decirse que exista el personaje central, el protagonista novelesco. Generalito Santos Banderas no es sino una figura más. Lo que constituye aquí la novela es precisamente el barajarse de figuras y acciones que el autor, con óptica circular, abarca en el giro de un día y en el radio de unas leguas. Inscrita en el cono de la mirada, la suma de convergentes acciones individuales compone una plural acción unánime: cortada al sesgo de su fluir, espontáneo, cotidiano, la vida de una república americana – Santa Fé de Tierra Firme – vibra cálida de luces y de corporeidad multitudinaria, transportada en un amplio aire épico. (Superación de lo individual, como tema y campo novelesco, que puede igualmente advertirse, si bien con diverso tono, en otra admirable y reciente novela española: aludo a El Obispo leproso, de Gabriel Miró ). La epicidad aquí, no emana del tono. El autor no hincha su voz en heroicos vuelos. Inhibiéndose, deja que la acción misma, crespa y abigarrada, juegue su rompecabezas y se nos ofrezca, a la par, en visión simultánea. Esta simultaneidad es, a mi juicio, uno de los mayores triunfos del novelista. La masa de la novela se nos muestra segmentada, aparentemente rota. El prólogo enlaza directamente con el epílogo, cerrando el círculo de la acción, como la sierpe mordiéndose la cola, que simboliza el tiempo en los emblemas orientales. La corte de Tirano. Escenas del congal. Estampas de la cárcel. El campo en armas. Los cotarreos diplomáticos. Los conciliábulos de la gachupía: momentos y aspectos que se atropellan, imponiendo con vigorosa equivalencia su briosa vitalidad. Un poderoso ritmo coordina esta diversidad aparente, reconstruyendo ante nuestros ojos una formidable visión creadora de la vida indiana; verdadera invención de América, su nuevo descubrimiento. Descubrimiento literario, que sitúa a Tirano Banderas en el plano del “Facundo” de Sarmiento y del “Martín Fierro” de Hernández – aunque con significación esencialmente distinta. Estas tres obras, en efecto, son la única continuación digna de las viejas crónicas de Indias. Fuera de ellas tres, todo lo demás es costumbrismo, y no de la mejor ley. Con respecto a la literatura castellana, puede decirse que Tirano Banderas crea gloriosamente la literatura colonial de que pudieron ser cimientos las susocomentadas crónicas de Indias – cuyo sentido y emoción renace por lo demás, y maravillosamente, en el “epílogo“de la novela valleinclanesca.

            El lenguaje en que Tirano Banderas está escrito es otra “invención”. En la dorada nobleza de su romance, incorpora Valle-Inclán voces y giros de toda América, trabados, asimilados, redimidos de su oriundo localismo. Y es que si de algún escritor de la España actual puede decirse que posea el genio del idioma, ése es Valle- Inclán. En toda nuestra literatura, a este respecto, sólo en Don Francisco de Quevedo puede hallársele par. Uno y otro, por caminos diferentes, pero con la misma flexibilidad e idéntico señorío, exprimen el momento histórico distinto, una significación misma. Su estilo tiene el mismo poder de crisol, y si el uno acendra  el castellano clásico, funde el otro y crea el venidero sermo literario de Hispanoamérica: Escritor auténticamente asistido de genialidad expresiva, en suma, alumbra con definitiva forma por la genesiaca virtud de su verbo, una nueva manera de ver o, lo que es lo mismo, un mundo nuevo, dotado de carne y hueso, nervio y sangre estéticos – ya sea la América de, “Tirano Banderas”, o la España de los esperpentos, o esa otra España isabelina y carlista, del titánico “Ruedo Ibérico” cuya publicación se anuncia próxima – y con ella, nueva gloria a quien es, sin disputa, el primer escritor de nuestras modernas letras.

            J. Mª Quiroga Plá      Salamanca, Febrero 1927

Otros artículo publicado en El Norte de Castilla el 6 de julio de 1930



[1] Antes de ahora era conocida ya, fragmentariamente, de los lectores: “El estudiante” (Salamanca, 1925; Madrid, 1925-26), publicó algunos de sus capítulos. Otros – que en el libro componen la “Cuarta parte” – “Agüero Nigromante” – aparecieron en “La novela de hoy” (Madrid, septiembre 1926), con el título de “Zacarías Encruzado, o Agüero Nigromántico”. Finalmente, la revista asturiana “Verba” (Gijón diciembre 1926) ha reproducido el prólogo.

viernes, 8 de junio de 2012

CUANDO te vuelva a encontrar...

3

           CUANDO te vuelva a encontrar,
mañana, esta tarde, acaso
dentro de un mes, ante un vaso,
en el cine, en un bazar,

           quién sabe si en la parada
de un autobús… Bastará
una sonrisa quizá,
apenas una mirada,

           y, como dos colegiales,
nos iremos de la mano,
a descubrir otra vez,

           bajo los arcos triunfales
del atardecer urbano
el mundo en su desnudez.

jueves, 7 de junio de 2012

TE digo adiós, pero sé...

2

           TE digo adiós, pero sé
que a la vuelta de la esquina
tu vuelo de golondrina
de nuevo saludaré,

           ubicuo, mi compañera,
fiel, perenne poesía
que traspones cada día
a clave de primavera,

           y de mi sueño en el fondo
abres tu mirar redondo
que ve por primera vez

           cuanto su claridad toca,
inventando beso y boca,
ojo, estrella, mar y pez.

miércoles, 6 de junio de 2012

Despedida esperanzada

Con esta declaración, "Despedida esperanzada", cierro esta realidad reflejada con la que la muerte me obligó a abandonar vuestro mundo, pero no el mundo. Tres poemas que son el epílogo del libro y prólogo de este largo epílogo del exilio definitivo.

1

           AQUÍ se acaba el camino.
Otro empieza. Y otro día.
Te digo adiós, Poesía…
no de a nunca más ver, sino

           adiós hasta la primera
esquina del juego eterno
que corre de estío a invierno
y de otoño a primavera,

           centrando, en el cotidiano
ir y venir del saber
vivir, soñar y esperar

           que donde corte lo humano
zampoñas de su alcacer
te oiré, Poesía, cantar.

martes, 5 de junio de 2012

¿CUÁL es el espejo, y cuál...

11

           ¿CUÁL es el espejo, y cuál
la realidad reflejada?
Con esta luna azogada,
todo es del mismo cristal

           y flota, lento, en igual
deriva desordenada
hacia un mar de madrugada
cuyo fresco aire lustral

           apague el faro en su torre,
y enjugue la frente, y borre
del insomnio el duro ceño,

           sacando a luz clara todo
de los canales del sueño,
tristes de nieblas y lodo.

lunes, 4 de junio de 2012

ARRÁNCAME de las manos...

10

           ARRÁNCAME de las manos
el papel en que mi pluma
ordenando está una suma
de sueños a cuál más vanos,

           y el regio coro real
de tu luz, voz de las cosas,
me arrastre, en ondas gozosas
de unanimidad carnal,

           a dar la vuelta en la rueda
del cielo, del ancho mar,
hasta la playa en que pueda

           al fin, tímpano sonoro,
en puro sentir, cifrar
tu cascabeleo de oro.

domingo, 3 de junio de 2012

ESE jinete soy yo...

8


           ESE jinete soy yo.
¿No le oyes el galopar
del caballo, ni el cantar
de mocedad viva? –No.

           -¿Ni cómo puedes oírlo
ni entreverlo, desde fuera
del bosque en que inventa el mirlo
su silbar de primavera?

           Dobla en turbión el recodo
de esta madurez mediada,
gris de canas y de penas.

           Volverá. Que vuelve todo,
hecho vida renovada
en el pulso de otras venas.

sábado, 2 de junio de 2012

¿CÓMO, si ajena ya y lejos...

7

           ¿CÓMO, si ajena ya y lejos
-en el tiempo, en el espacio-,
vuelve a alojarse el palacio
que, en su Venecia de espejos,

           el sueño a la noche erige
y derriba a la alborada?
En la azotea enlosada
¡quién tu figura dirige,

           de puntillas, hacia mí
que, buscando desde aquí
tu vago perfil zahareño,

           pulso la escala tendida
que enlaza el sueño a la vida
y va de la vida al sueño?

viernes, 1 de junio de 2012

¡QUÉ susto, la rinconada!...

6

           ¡QUÉ susto, la rinconada!
¡Qué ahogo, la costanilla
en cuyo alto apenas brilla
una luz tartamudeada!

           Caminar desatentado,
de callejón en plazuela.
¡Vuelta a la pueril escuela
del pavor casi olvidado!

           ¡Qué me acecha, o quién? La brasa
de mi esperanza, ¿por qué
la ronda qué pistolero?

           A las puertas de esta casa
-prestada-, en salvo, no sé
por qué, me quito el sombrero.

jueves, 31 de mayo de 2012

EN el azul, la veleta...

5

           EN el azul, la veleta.
En lo verde, la ruleta.
Arbitrario mecanismo.
De albur, de viento. Es lo mismo.

           Círculo. De norte a sur.
Del gris de plomo al azur.
Del cero al par, al impar.
Del eje al gallo. Girar.

           Chirriar del hierro oriniento.
Tic-tac del marfil redondo.
Paisaje o “sala del crimen”.

           Vagos, sordos pies, con lento
pisar, en el lagar, hondo,
oscura vendimia exprimen.

miércoles, 30 de mayo de 2012

ESE cuchillo en un plato...

4

           ESE cuchillo en un plato
¿por qué sueño así con él?
Lo va pintando el pincel,
a pocos, como un retrato,

           con una aplicación tal,
que empieza a doblar, quedo,
los campanarios del miedo
que alza el sueño en su arrabal.

           ¿Contra qué pecho revira
su agudeza de venablo
la punta de plata vieja?

           Temblando, el que sueña mira,
como un santo de retablo,
su corazón en bandeja.

martes, 29 de mayo de 2012

LA noche se carga...

3

           LA noche se carga
de zumo de historia,
memoria, en la amarga
vena de tu noria,

           risa, amor, miseria
mezclando en batalla,
como en la pantalla
de un cine de feria;

           hasta que, rendido,
acudo al olvido,
fuente de beleño,

           y, muerta la luz,
me abrazo a la cruz
del sueño.

lunes, 28 de mayo de 2012

PARIDO del sueño...

2

           PARIDO del sueño,
de golpe, en lo oscuro,
perdido y pequeño
como al pie de un muro.

           ¿Dónde está el umbral?
¿A dónde correr,
por el herbazal
del amanecer?

           ¡Quieto! Persevera
en la muelle espera,
vuélvete a dormir,

           que todavía
no se quiere abrir
la rosa del día.

domingo, 27 de mayo de 2012

TÚ, también. Tal como eres...

Antes de la "Despedida esperanzada", los once sonetillos de "Puerta y arrabal del sueño" son un aviso del abrazo de Morfeo eterno en el que todavía vivo, muriendo al día, cada vez más lejos del que pude llegar a ser.


1

           TÚ, también. Tal como eres,
pero nada más: suburbio
que atravieso, en largo y turbio
desfilar de amaneceres

           queriendo reconocer
confusamente, al pasar,
un paisaje, un aire, un mar
tras un perfil de mujer,

           o, en las breñas y el cubil
de un mal recuerdo pueril,
la bestia de hirsuta piel,

           en tanto la realidad
puebla el día y la ciudad
que va trazando a cordel.

sábado, 26 de mayo de 2012

SUEÑO en tus noches, París...

13

           SUEÑO en tus noches, París,
en mi alto cielo español,
que tengo citas de sol
y sombra con mi país.

           Tengo citas… Ya no sé
con quién, ni por qué, ni cuándo,
de tanto como, esperando,
ansia y espera abrasé.

           Aunque si la mano en hueco
pongo sobre la tetilla,
siento resonar el eco

           de unos pasos obstinados
que en la anchura de Castilla
me buscan por todos lados.

viernes, 25 de mayo de 2012

TANTOS se me han muerto ya...

12

           TANTOS  se me han muerto ya,
que un día, al fin, me pondré
a morir. No sé que qué.
De pesadumbre, quizá,

           por todo lo que no pudo
llegar a colmo en mi vida,
tan ancha ya y tan perdida
desde el fondo del embudo

           en que se me va apagando,
con la esperanza, encendida
tanto tiempo en vano, el blando

           respirar, y este buscar
de la mirada, perdida
porque ya no hay qué mirar.

jueves, 24 de mayo de 2012

ESTE rumor que me llega...

11

           ESTE rumor que me llega
de hace tanto, de tan lejos,
la memoria en sus espejos
a disfrazármelo juega,

           engañándome después,
haciéndome imaginar
que me trae un familiar
paso de desnudos pies,

           ciñendo a mi entredormir
el misterioso nadir
que me oí ya, de pequeño,

           cernerse el temblor de un ala
cuya caricia resbala
por el barandal del sueño.

miércoles, 23 de mayo de 2012

OTRA vez el tiempo brujo...

10

           OTRA vez el tiempo brujo
vuelve a juntar en mi mano
los colores y el dibujo
de un amanecer lejano,

           al escalar cuya rampa
-viva espuela y suelta brida-
el mundo se me hace pampa
en la luz recién nacida.

           Otra vez… ¿Azar, destino?
De aquel ayer a este ahora,
¡Tantos años, tanto andar!

           …Pero el sabor del camino,
y tu ansia cabalgadora,
¿quién te la puede quitar?

martes, 22 de mayo de 2012

¡QUÉ puro, el atardecer!

9

           ¡QUÉ puro, el atardecer!
Parece que han acabado
de pintarle su morado,
con vetas de rosicler,

           para plantármelo ahí,
frente a esa ventana abierta,
sobre la cuesta desierta
por donde me veo a mí,

           señor de mi mocedad,
que entrando en una ciudad
soñada, no sé, o vivida,

           voy remontando la calle,
con una mujer del talle
y el caballo por la brida.

lunes, 21 de mayo de 2012

ENTRE el sí y el no...

          

8

           ENTRE el sí y el no,
la puerta entreabierta.
Detrás de la puerta,
con tu sombra, yo.

           Con tu sombra ardiente,
en la alcoba oscura,
el diente con diente
de la calentura.

           Fuera, a la ventana,
la luna devana
hasta la obsesión

           su lino amarillo
en el argadillo
de mi corazón.

domingo, 20 de mayo de 2012

DEJA dormir el pasado...

7

           DEJA dormir el pasado,
en subterráneo desierto,
con su vago olor a muerto
y su cielo abovedado.

           No caces en él. Reserva
tu atención apasionada
para oír, de madrugada,
crecer el sol y la hierba.

           En la cantera del día
aprende a picapedrero;
a ser herrero, en la fragua

           de la pena y la alegría.
Corta la flor del romero,
que no se la lleve el agua.