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¡QUÉ aljibe de claridad
la plazuela del convento!
Se le duerme encima el viento
y en derredor la ciudad,
ciñéndola como tapia
entre cuya tosca piedra
cuarteando va la hiedra
memoriales de prosapia
en tanto, por el bardal,
descuelga en hebras morosas
la atardecida de miel
hasta el desmayo carnal
con que se aplasta en las losas,
pisado y sucio, un clavel.
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