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EN el frío atardecer
veré encenderse y temblar
sobre la raya del mar
tu mirada de mujer,
tan misteriosa y tan clara
que todo cobra, por ella,
sentido y ternura –estrella,
azucena y piedra rara
y humilde pero esencial
sabor que da a cada día,
con el pan y con la sal,
el grano de fantasía
sin el cual ¿qué hombre podría
vivir su vida mortal?
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