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TREGUAS: sonrisa y respiro.
Porque el mundo, a la redonda,
dilata hasta un tiro de honda
el alivio del suspiro.
¡Gracias! ¿A quién? No sé a quién.
Pero toda esta alegría
da a la pena su sangría.
Todo, de pronto, está bien…
Guante ceñido a la mano.
Luz, arpista de cristales.
Hacia el blanco en flor, la flecha…
Y un surtidor meridiano
dispara al cielo postales
con su foto y con su fecha.
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