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MI Venus negra es casi rubia.
Blanca de piel y de ojos zarcos,
huele a tierra estival, con charcos,
de jardín después de la lluvia.
Calípiga. Y, como conviene
al aplomo y al movimiento
de su figura, el pecho tiene
gloria de proa contra el viento.
Y el puro lujo de la pierna
que, elástica y mórbida, evoca
negro cisne y fiera leonada,
biela de amor, mueve y gobierna
mi vida la rueda loca
por ella impulsada y centrada.
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