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ALTO, el cielo, sobre el pozo,
en cuya órbita la negra
profunda pupila alegra
azul latido de gozo.
Una mujer se le asoma.
Niños le gritan, por juego.
Se posa en su brocal, luego,
un zureo de paloma.
Como harina en el harnero,
con un mecer dulce y blando
le llueve la flor del día.
De noche, bajo el lucero,
se le va el mundo quedando
cuajado en su entraña fría
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