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OTOÑO, roja bocina
del ocaso, rezagada
vaca, muge en la colina
hacia la estelar vacada
que pasta por la redonda
pradera celeste, mientras,
bajo arboledas sin fronda,
de hojas secas sólo encuentras
alfombrada, y de ateridos
recuerdos -¡ya!-, la avenida
que a la deriva te lleva
hacia un poniente sin nidos
cuyo arco centra, bruñida
-¡tan alta!-, la luna nueva.
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