Hay nombres que en la punta de los dedos,
como un pomo de rosas, cada noche
beso al dormirme. Su encantado broche
sujeta y doma los nocturnos miedos,
mientras la sombra en su regazo acuna
este caer de bruces en que el mundo,
súbitamente, es para el vagabundo
un campo de alambradas y de luna.
¡Nombres amados, nombres familiares,
dulce liturgia que me restituye
el pasado en calor, aroma y zumo,
y hace del cabezal quitapesares
en que la torva espera se diluye
en un dormir entre cortinas de humo!
París, 6 Julio 1941
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