En el umbral del año nuevo,
boca de amor, entre tus dientes,
bajo tu lengua, el agua bebo
de una alegría sin ponientes.
¿Qué puedo darte a cambio? ¿qué
brindarte en pago al indecible
don con que, de la frente al pie,
tu entrega se me hace sensible?
Lleno de risas y de llanto,
este cuerpo que ha amado tanto
-¡mi solo bien!-, que en juego brizas,
en ofrenda y prenda te entrego.
Cíñelo, ¡aprisa!, de tu fuego,
que mañana será cenizas.
París, Noche-Vieja de 1940
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