Yo sé muy bien, mis ojos, que os divierte,
cuando os abrís en flor, de madrugada,
encontrar por espejo esta mirada
de Lázaro que torna de la muerte.
Sé más, y es que, a menudo, en vuestra lumbre
no es la risa mejor la que se quema:
que freno y yugo, y no cetro y diadema,
forjáis del oro de mi servidumbre.
¡Qué más da! Sonreid, gozad en juego
la muda adoración desesperada
con que hoy mi vida a vuestro arbitrio entrego!
¡Día vendrá que en vano, a la alborada,
busquéis la boca amante, la mirada!...
Reíd ahora, ya lloraréis luego.
París, 26 Octubre 1939
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