¡No me dejes partir, que acaso sea
ésta la última noche que durmamos
juntos como hasta aquí! Trémulos ramos
de suplicante, a tus rodillas, Dea,
suben mis manos; del recuerdo sube,
transverberado de melancolía,
el orgullo viril del primer día
en que tu cuerpo entre mis brazos tuve.
¡Tan vivido hasta el fondo, y ya pasado
todo! (¡Pasar, pasar! : ¡nuestro pecado
Original!). Una vez más sé mía,
y haz eterno el instante que en tu lecho
nos libra de las redes que, al acecho,
tiende esta angustia del morir al día!
París, 14 Abril 1940
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