¡No sentir, no soñar! -¡dormir como una
piedra hundida en el cauce, en cuyo vello
de ova y musgo resbala el atropello
del agua en marcha, hervor bajo la luna,
o cual pisada humana que en la arena
de la playa, al ocaso, queda sola
hasta que ala de viento o lengua de ola
de arcilla y sal su oscuro molde llena!
¡No sufrir este afán de cada día,
y no temer del perro de la muerte
el latir sordo y la hocidada fría,
ni esta tenaza de la negra suerte
que el aliento me corta, vida mía,
cuando pienso que tengo que perderte!
París, 5 Mayo 1940
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