viernes, 6 de enero de 2012

DESTERRADO

           ¿Qué sabes de mi tierra, ni de cómo me duele?
Yo mismo que lo sufro no podría decirlo.
Es como ese ansia cuando, de madrugada, huele
el patio a campo y lluvia y, lejos, silba un mirlo.

           Se le agrietan las trsites carnes a la costumbre
-tal un sembrado que se agosta del reseco
y, antes que la espoleta del trueno dé su lumbre,
ya sienten los terrones el retemblar del eco-,

           y esperanza y recuerdo son una sola brasa
que las entrañas mina y las sienes traspasa
y recorta en la sombra, con su diente de fuego,

           caras, nombres, rincones de ciudad, una casa,
sobre cuyo relieve ávidamente pasa
el corazón, a tientas, en lectura de ciego.

                                                    París, 31 Agosto 1945

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