domingo, 9 de octubre de 2011

A MI LEONA HERIDA

        La piedra que lanzamos contra en cielo, desciende
como un milano, a hacer presa en nuestro costado.
No hay arma que nos hiera que no hayamos forjado
con nuestras manos. Tarde, mas sin falta, se aprende,

        Leona, y la saeta que hoy a mis pies te tiende,
partidos los riñones y el ijar traspasado,
viene untada de lágrimas y sangre que he sudado
en noches cuya sombra una luz mala enciende...

        Pero cuando te veo, cual me vi un tiempo, herida,
quisiera desgarrar en jirones mi vida
para vendar la abierta boca, la roja boca

        de que mana, al hervor de tu sangre mezclada,
la misma amarga queja que, desesperanzada,
te ciñó en vano, un tiempo, como el mar a la roca.

                                               París, 19 Julio 1942

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