En lo alto, el avión domesticado
que, negro horror ayer, hoy manso viene
-delfín de plata que en lo azul sostiene
la aleta desplegada a cada lado-
a jugar con la luz, en la dorada
paz inocente de la atardecida,
sobre el urbano hervor en que la vida
vuelve, de tan trivial, a ser sagrada.
Así tú, amor, tormenta de mi cielo
ayer, dardo de blanco imprevisible,
hoy ojo y boca en carne de costumbre.
Mas, detrás de tu risa y de su vuelo,
¿qué cruel virazón guardan posible
su alada fuerza, tu secreta lumbre?
París, 19 Mayo 1945
Un poema muy fino, con un sabor antiultraista.
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