sábado, 8 de octubre de 2011

LAS PALABRAS IRREPARABLES

        ¡Ay, si tú pudieras quererme,
Amor, como te quiero yo!
Pero el querer, cansado, en tus rodillas duerme,
y a mi fiebre responde tu serenidad: “¡No!”

        “No; te he querido un día como a una tierra nueva
en que el trigo y la viña nacían para mí,
y el árbol y su sombra, frescos, vírgenes. Y
luego ha pasado el tiempo, cuyo paso renueva

        el camino, al borrar las huellas de su paso,
y al renovar mi sed pone en mi mano un vaso
nuevo, y hacia una nueva fuente aguija mis pies.

        Mas ¿quién sabe? El mañana es de sorpresas lleno”
Y yo, en silencio, oyéndote, temblar siento en mi seno
el horror de la muerte que sientes y no ves.


                                                              París, 10 Julio 1942

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