La muerte abre calveros en la selva
de cariños que guarda mis raíces.
¿Qué encontraré, si vuelvo, cuando vuelva,
cubierto el corazón de cicatrices?
Del viejo hogar dos veces desertado
-amor y guerra arrancan de él al hombre-
quedarán las cenizas del pasado:
sombras, fechas, la calle con su nombre...
¡Y yo estaré cansado, envejecido
y sediento de olvido y de descanso,
después de tan en balde haber corrido
para encontrar por tierra, en polvo, el nido,
y, en mí, al juvenil toro vuelto manso,
y la inutilidad de haber vivido!
París, 20 Julio 1942
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