¡Qué buen aprendizaje que es la vida
para la muerte! Cada día vemos
en ella, sin que jueguen vela o remos,
alejarse la tierra prometida
al apetito mozo en la partida,
y esfumarse entre espuma -¡oh crisantemos
del mar!- la costa en cuyas playas hemos
soñado, a la primera amanecida.
El hilo se adelgaza y quiebra; salta
la sarta del recuerdo en mil pedazos
bajo la estrella, fría de tan alta,
norte ayer, hoy polar melancolía,
y sólo abrazan los rendidos brazos
este ir tirando del morir al día.
París, 11 Enero 1943
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