Ya en los árboles pugna el primer brote
por hallar, ciego, hacia la luz camino,
y quiere el corazón pagar su escote
al nácar gris del cielo parisino,
al tiempo nuevo que entre lluvia asoma
por el fondo del parque, al esperado
milagro que en su vuelo de paloma
riza plumas de sol sobre el tejado.
¡Ah, sí! llenar de esta luz tierna quiero
mis ojos, como de agua fresca el vaso
colma en la fuente, al alba, el viajero
perdido, que no sabe si a su paso
encontrará otra fuente en el sendero,
ni si ese amanecer será su ocaso.
París, Hospital Lariboisière,
13 Marzo 1940
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