París, me están doliendo las raíces
que he echado en ti, en la tierra de tus días,
y que regué de penas y alegrías,
bajos signos adversos o felices.
La sombra de un amor, como la sombra
de tus puentes cambiante sobre el Sena,
a tu regazo me ata, y la ancha vena
de sueños hondos que el recuerdo alfombra.
¡Y he de dejarte, he de partir de nuevo
para de nuevo entrar en la figura
que guardaba en suspenso mi destino!
La copa del adiós levanto, y bebo
-me tiemblan mano y labio- una amargura
de hiel y sal de lágrima en su vino.
París, 12 Agosto 1945
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