Seto apretado de estival riqueza,
la redondez al ojo y a la mano
ofrece en fruto y hojas el verano,
en que a dar plenamente el mundo empieza
su profunda hermosura, acrisolada
en el vario volumen opulento
que opone formas de mujer al viento
en cada tramo, en cada fronda, en cada
rodar de nubes grana hacia poniente,
cuando el silencio huele a la resina
que sudan del pinar las carnes rojas;
¡plenitud que el otoño, diligente
dorador de retablos, ya ilumina
del oro en paño de sus muertas hojas!
París, 4 Agosto 1942
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