Riqueza inagotable del minuto,
burbuja viva de lo eterno, dame
de tu luz una gota que me inflame
alma y sentidos; el carnoso fruto
de la creación entrega a la golosa
avidez de la palma y de la encía,
y a los ojos la adánica alegría
de inventar la mujer, el mar, la rosa.
Dilata a los confines de lo humano
las posibilidades de mi estrella
en el juego de azar del universo,
y, antes de huir a mi tendida mano,
deje calcada su florida huella
tu pie en el barro tibio de mi verso.
22 Marzo 1940
París, Hospital Lariboisière
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