¡Veinte años míos! ¡Cuánta petulancia
y cuánto –como cumple- andar a ciegas!
Santa compaña -¡ay, brétemas gallegas!-
y malas compañías -¡dulce Francia
adivinada, mal deletreada,
como el texto cambiante de mí mismo!
Y a cada paso (“el cotidiano abismo,
dánosle hoy!”), el sueño en la estacada.
¡Veinteaños míos! Desde aquí os contemplo,
a vuestro tiempo y modo bien vividos,
pero por otro, no por mí –ni ejemplo
gozoso, ni añoranza dolorida;
que el hervor que cantaba en vuestros nidos
era la vida, pero no mi vida.
París, 29 Octubre 1942
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