domingo, 29 de enero de 2012

DEDICATORIA FINAL

                                                                             A mi hijo MIGUEL

           Como el “viva mi dueño” que a punta de navaja
dibuja el pastor, entre la flor y la paloma,
en la vara que el fuego enderezó en su doma,
escribo aquí tu nombre en que mi vida cuaja

           su amargo zumo en dulce fruto –fruto granado
de cuanto siendo niño, y mozo luego, y hombre
al fin –y en fin- me pudo faltar. Porque tu nombre,
Miguel, de mi morir al día me ha salvado.

           Morir al día, andar por andar, sin saber
siquiera si al abrirse con el amanecer
te dirá una vez más el mundo su “¡aleluya!”...

           -Pero había, en la sombra, tu presencia lejana:
tú, lucero en el ancho cielo de mi mañana,
y en mi mano la ardiente querencia de la tuya.

                                                       París, 9 Septiembre 1945

No hay comentarios:

Publicar un comentario