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TU mano, dame tu mano
que quiero besar las rayas
antes que en ellas te hayas
puesto a escrutar el arcano
de su orografía. En vano,
por lo demás: no son ellas
quienes dan –ni las estrellas-
su sentido al portulano,
sus rumbos a nuestra vida,
sino el ojo que ve y sabe,
el puño firme al timón,
que hacen frente a la embestida
del mar, y llevan la nave
a puerto de salvación.
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