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TE miro de arriba abajo,
y en una sola mirada
descubro más que pagada
la pena de mi trabajo.
Trabajo de cada día
y pena de cada hora,
¡qué poco, mi valedora,
al lado de la alegría
perenne de tu presencia,
de la fresca transparencia
que en derredor mío vierte,
infinita como el mar,
ayudándome a olvidar
las alertas de la muerte!
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