martes, 22 de mayo de 2012

¡QUÉ puro, el atardecer!

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           ¡QUÉ puro, el atardecer!
Parece que han acabado
de pintarle su morado,
con vetas de rosicler,

           para plantármelo ahí,
frente a esa ventana abierta,
sobre la cuesta desierta
por donde me veo a mí,

           señor de mi mocedad,
que entrando en una ciudad
soñada, no sé, o vivida,

           voy remontando la calle,
con una mujer del talle
y el caballo por la brida.

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