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ESE jinete soy yo.
¿No le oyes el galopar
del caballo, ni el cantar
de mocedad viva? –No.
-¿Ni cómo puedes oírlo
ni entreverlo, desde fuera
del bosque en que inventa el mirlo
su silbar de primavera?
Dobla en turbión el recodo
de esta madurez mediada,
gris de canas y de penas.
Volverá. Que vuelve todo,
hecho vida renovada
en el pulso de otras venas.
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