¡Quiéreme, y deja que la tierra ruede!
Como en torno de alfar, sólo así, en ella,
su forma propia, el curso de su estrella
nuestra vida profunda llenar puede.
Si no te me abandonas por entero,
como el barro a la mano sabiamente
moldeadora, o como en el alero
el nido a la caricia del naciente
que define y sitúa en la mañana
cada ser, cada cosa y su destino
con su luz en su puesto incanjeable,
vanamente, asomado a la ventana,
tu desamparo oteará el camino
en cuya sombra en flor la esfinge le hable.
París, 14 Octubre 1942
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