Oh, ¿también tú? Ya sólo me quedaba
esa ventana abierta a la alegría...
¿No había de perderla, si era mía?
Tu partida sus hojas ciega y clava.
De hoy más, en soledad y amarga noche
-¡sombra de manzanillo del recuerdo!-
la huella velaré del bien que hoy pierdo
sin esperanza pero sin reproche.
Rezando la secreta letanía
del breve ayer, los gozos cotidianos
de nuestros cuerpos y de nuestras almas,
soñaré que me besas todavía,
mientras hundo la frente en estas manos
que han tenido tus pechos en sus palmas.
París, 10 Septiembre 1941
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