¡Viejos castaños de París, dejaros
ahora que en vuestras ramas y en mi vida
la primavera, apenas renacida,
empieza a abrir sus verdes ojos claros!
Bien pronto no podré más que soñaros
(¿bajo qué cielo? ¿en cuál tierra perdida?
¿a orillas de qué mar?) a la caída
de la tarde, imposibles, mudos, raros...
¿Volveré a veros? ¿Vuestras blancas flores
saludaré de nuevo en la ribera
del ancho Sena y su fugaz espejo?
¡Oh, a vuestra sombra, un día, mis amores
volver a hallar, y en flor la primavera,
y olvidar el sollozo con que os dejo!
París, 29 Marzo 1940
No hay comentarios:
Publicar un comentario