(Sonetos leídos en la velada íntima consagrada en París
a la memoria del poeta, en casa del Profesor M. Marcel Bataillon, el 22-II-1940)
I
Callada, gravemente, como todas
las horas de tu vida te han hallado,
fiel cumplidor a la hora de las bodas
a que el destino cita al hombre honrado,
la dulce sombra de tu pensamiento,
honrado huésped de esta honrada gente,
entre nosotros el mejor asiento
venga hoy a ocupar calladamente.
No temas ni coronas ni bostezo
de oratoria oficial. Entra. Aquí estamos,
amigos, hijos. Nuestros labios fieles
dicen, hondo, tu nombre como un rezo.
Nuestras manos te ofrecen estos ramos
de violetas, minosas y claveles.
París, 21 Febrero 1940
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