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TAMBORILEA a mi puerta
el amanecer.
Pero yo, aunque me despierta,
no lo dejo ver,
no lo dejo ver,
por el goce de acechar
solapadamente
cómo todo va a cambiar
con el sol naciente,
y descubrir, luego,
igual que el ayer su fuego...
¡Alegría adánica,
caviladora alegría
de irle descifrando al día
las luces y la mecánica!
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