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PARA lo desmesurado,
como no sea en la fe,
tengo siempre un “¡no!” cerrado.
Y la fe, según en qué,
si no es creer lo que vemos,
y aceptarlo, y mejorar
la vela, el timón, los remos
con que hacer campo la mar,
corazón y ojos abiertos,
proa a un mañana en que, muertos
y olvidado nuestro nombre,
el mundo ofrezca, gozosa,
a los que vengan, su rosa
a la medida del hombre.
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