No consigo hacerme oir ni leer. Desde la ceniza que he sido, esparcida veinticinco años después de mi muerte (tras "reposar", ignorado, en la tumba 1047 del cementerio de San Jorge, en Ginebra) reivindico en la sombra que soy el pulso que fui. Sigo intentando imponer mi esperanza, por encima de las contingencias y mezquidades del vivir y el morir al día. Porque
Siempre hay un intermedio favorable para dar cuerda al aristón celeste
Aquí estoy. Aquí soy.
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