sábado, 15 de octubre de 2011

ÚLTIMA CITA

        El paisaje, en la húmeda vidriera, profundiza
una melancolía de otoño, ocaso y bruma,
y contra el bajo cielo –nácar, malva, ceniza-
vagas masas de etéreo vegetal tedio esfuma.

        Como él frente a mis ojos, vahan, al lado mío,
tu mirar y tu gesto una desengañada
cansera, un desperezo de irreparable hastío.
No mientes si al: “¿qué tienes?” mío respondes: “¡Nada!”

        Nada tienes, ni nada en mi cariño encuentras,
y mi amor en tus ojos, en tus labios, no halla
más que su propia sed... No, no me expliques. Calla.

        Deja caer la noche sobre nuestro amor, mientras
te beso... Al despedirnos, más tarde, olvidaremos
preguntarnos, como otras veces: -¿Cuándo nos vemos?...


                                                       París, 28 Septiembre 1942

2 comentarios:

  1. Es un buen soneto, la primera vez que lo leí en un volumen oxidado, m'he di cuenta. Claro que suena un poco anticuado, para su època.

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  2. Ese volumen oxidado, querido Eduard, contenía las sobras de la desesperanza que no pude ahogar cuando lo escribí. Como bien sabes, tu llegaste a mí en la edición de Molinos de Agua hizo en 1980 (y que fue un desastre de distribución, tal como pudo sufrir mi hijo). Su preparación (y mi provisional restauración, por tanto) se la debo a Miguel Ángel González Muñiz.
    Estoy de acuerdo con tu critica a la falta de modernidad de mis sonetos de Morir al día. Necesitaba, en aquellos primeros compases de la música que me hicieron bailar en el destierro, poner freno a mi desesperanza y cansera. El soneto era una buena forma de domar la angustia. No son tan "retrógrados" como pueda parecer: agoto en ello todas sus posibilidades. Mejoré en La realidad reflejada (1955), cuando ya no tenía mucho por mejorar ya vitalmente. Gracias por tu interés.

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